viernes, 25 de marzo de 2016

PINTURA REPUBLICANA

La proclamación de la independencia en 1821 anuncia el fin del dominio español en América y la inauguración de una nueva etapa en la historia del país. Sin embargo, el enorme cambio político no fue acompañado por una transformación similar en el ámbito cultural. Por lo general, los artistas continuaron con los esquemas y tradiciones establecidos durante la época colonial. Uno de los pintores que destacaron en aquella época fue José Gil de Castro, en su obra del Retrato de Mariano Alejo Alvarez y su hijo (1834) consiguió dar forma a una nueva sensibilidad pictórica a través de su pintura. Creador de la imagen pública de los libertadores, Gil de Castro supo adecuar la tradición retratística colonial a las nuevas exigencias de su época. Ante él posaron los principales actores de la Independencia y en especial los letrados y mandos medios militares que conformaron la nueva clase dirigente de la joven República. Con la muerte de Gil de Castro (c. 1840) y la simultánea desaparición de otros retratistas formados en la tradición colonial, se cierra un capítulo en la historia del arte peruano. Aparece por entonces una nueva generación de artistas quienes, a diferencia de los artistas coloniales, procedían de la clase media y alta.

Tras recibir una formación europea, Ignacio Merino (1817-1876) llega a Lima hacia fines de 1838. Entra directamente a la enseñanza impartiendo cursos de dibujo en varias escuelas, pero sobre todo en la Academia de Dibujo que funcionaba en la Biblioteca Nacional. Gracias al prestigio que le daba haber estudiado en Europa, Merino alcanzaría un aura de autoridad convirtiéndose en el maestro de toda una generación, la de Laso, Montero y Masías. Influido primero por el interés pintoresquista europeo y luego por la presencia en el Perú de artistas viajeros como Léonce Angrand y Juan Mauricio Rugendas, Merino creará una serie de apuntes sobre tipos, paisajes y costumbres de Lima. Son estas obras - que forman una contraparte visual del costumbrismo literario - las que tendrán mayor resonancia en el arte peruano de la década de 1840.


Pancho Fierro (1807-1879), artista autodidacta limeño, quien da forma a la tradición más compleja y sostenida de costumbrismo en el Perú. Sus acuarelas de tipos y costumbres limeñas sirvieron para construir un repertorio de la Lima criolla que perdura hasta nuestros días. Pancho Fierro fue  hijo de padres libertos y con ascendencia india y negra, mejor dijéramos mestizo. Su padre se llamaba Nicolás y su madre Carmen. Se casó con la dama Gervasia Cornejo, producto de esta unión tuvo cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres. Su primer hijo varón murió a los pocos meses de nacido; el segundo. Fierro pintó en gran cantidad de acuarelas, algún óleo, carboncillo, frescos en algunos zaguanes limeños, ilustró hojas y carteles de toros, incluso realizó nacimientos y muñequillos con sus personajes preferidos, como señala el Dr. César Pacheco Velez. En fin, su obra es abundante y se encuentra en colecciones particulares del país y del extranjero, como también en instituciones y museos, tal es el caso del Museo de Arte de Lima que guarda dos valiosos álbumes de acuarelas suyas y varias litografías inspiradas en su arte.
Otro ejemplo de esta etapa de nuestra historia es Francisco Laso, quien adelantándose a su tiempo pintó temas indigenistas, no como una corriente artística naciente porque esta se da en el s. XX, sino como una necesidad personal y urgente que ameritaba su sociedad carente de valores que encumbres a un país más armonioso y trabajador.

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